Estoy cayendo en los brazos de un capullo—
sus capas y caprichos me reciben,
y vuelo hacia dentro, en silencio.
La caída me acoge con su fuerza.
Amaré el silencio.
Amaré la mándala de la herida.
Amaré la memoria,
la música del mar,
de la marea,
de las burbujas
rompiéndose,
y todo lo que se llevó el viento,
como si fuera para siempre.
Volveré a mi vasija de barro
y esperaré
las lluvias.
Y mientras tanto,
con una ceguera
que se abre a la mirada interior,
recordaré los templos
de Egipto,
donde entonábamos
las perfectas geometrías
del ser.
¿Serán ellas la causa de la lluvia?
—Lorena Wolfman (2019, 2025)
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