Se me olvidó cómo respirar
el día en que la tierra volvió a quebrarse,
y se rompió.
Contuve el aliento
como si pudiera abrazarme de vuelta,
pero no lo hizo.
El aire me dejó—
como una madre que se da la vuelta,
o como el sol que se pone
sobre el giro helado de la tierra.
Desde entonces persigo al viento
como si mis costillas, cual velas,
pudieran juntar el aire.
Trato de recordar
la geometría de recibir.
Y entonces sucedió—
el viento se deslizó bajo mis costillas
como un susurro
o una caricia
hasta ese momento imposible.
Inspiré de golpe
no de susto,
sino como si algo antiguo
hubiera regresado,
recordándose en mi pecho—
quizá un dragón
anidándose de nuevo.
Y entonces comenzó—
ella, la madre dragón, hilando
una esfera relumbrante
tejida de aliento—
una cascada,
un desprendimiento,
una matriz,
una esquila
resonando
en mis huesos
aún.
—Lorena Wolfman (2020, traducción 2025)
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