sábado, 24 de mayo de 2025

Curvas


Me cautivan—

¿o acaso me conjuran?


El juego antiguo de las curvas—

que se encuentran

y se disuelven,

como si las curvas

pudieran contener un adiós.


Curvas que parten y regresan,

del norte y del sur,

del oriente y del poniente,

reconociéndose sin palabras—

reflejos y resonancias,

opuestos que se espejean,

contrarios que se abrazan,

como si el corazón no estuviera hecho de ceniza.


La danza claroscuro

del titiritero invisible,

dibujada en el oleaje

de la vastedad.


Arenas del desierto

esculpidas por una artista

elusiva como el viento,

visible sólo por el artefacto

de su gesto,

cambiando como piel.


la piel temblorosa del mar,

rugosidad de piedra,

suavidad frágil de la nata,

el lomo de un caballo—

toda piel vive,

siente,

es movimiento,

soplada

desde el aliento del origen.


El juego de dos,

la pareja primordial

que nos entrega

los ritos sagrados

de la danza

y el diálogo.


—Lorena Wolfman (2020, 2025)




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