Del negro se levantan todos los colores.
La luz es su humilde sirviente,
me lo dice mi madre,
con sus largos aretes de chaquira
que cuelgan hasta mis hombros.
Ahora me los pongo por primera vez.
Están aquí para acariciar mis sueños,
como si fueran plumas luminosas
de un quetzal que respira
entre las sombras de la tupida selva de la vida.
El arco iris nos revela
el camino por donde hemos de andar
musitando la música del silencio
como si fuéramos llevados
hacia el centro de la tierra
por un dios murciélago
que nos guía al revés.
Vamos deslizándonos
hacia el conocimiento de la fuente eterna,
hacia el oscuro sol del origen,
sólo si confiamos en la levedad
entendemos que el camino
es profundo pero es alto.
Para llegar arriba,
se viaja hacia abajo.
El cielo que nos rodea
es un solo corazón—
allí nadie ha muerto
y todo brota.
—Lorena Wolfman (2017, 2025)
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