un ángel
nace en el fondo
del cielo
alta morada del agua
cristalino espejo
de batallas
y ausencias
el recién nacido
sume los dedos
de sus pies
en el lodo
cerca de las cabeceras
de la vida
lugar verde
húmedo
destellante
sombrías
nubes
dan tumbos
la naturaleza
codiciosamente envuelve
la luz ancestral del sol
guardando su ardor
en lo alto
en la bruta inmensidad
los engel terribles de Rilke
velan nuestros pasos
gesticulando enfáticamente
hacía el camino delante
el mar se convierte en espacio
un nada inquietante
como piel cicatrizada
por los senderos de la vida
que conducen al próximo lugar
y al próximo y al que sigue
la pregunta latente
¿cómo se vacía
la mochila
que llevamos
a cuestas?
el viento conspira
no se rinde
sopla
sopla fuerte
desparrama recuerdos
para construir alas fuertes
capaces de soportar
el peso
de vivir
cada hilo de pasto
cada ser alado
cada ausencia llorada
cada remordimiento soltado
construye el aliento
el aliento que sigue
y el que sigue
(el tuyo, también el mío)
y gotas de rocío
posadas en frutos aún por cosechar
funcionan como una lupa
aumentan el brillo del amanecer
—Lorena
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