domingo, 26 de mayo de 2019

Danza Somática y Expresiva

La danza somática es una danza vital, es decir surge de nuestro cuerpo vivo, desde la danza de la vida que habita en nosotros y es una celebración de ella.  No tiene pasos que puedes aprender, es libre, pero disciplinada, es una co-creación de la persona que danza y sus sentidos.  Una danza entre la exterocepción (percepción de lo que está al exterior del cuerpo) y la interocepción (la percepción del cuerpo mismo de la piel hacía dentro), incluyendo el sentido kinetésico— aquel sentido que nos hace percibir nuestro propio movimiento y posición.  Es una danza aestética, es decir lo opuesto a la anestesia— a través del movimiento y la percepción del cuerpo y del entorno, aprendemos a despertarnos, sensibilizarnos, sentir, revivir la vitalidad creativa que quizá se había quedado adormilado con el trajín de la vida, por la falta de estímulo, la enfermedad, las decepciones o traumas nunca digeridas que se fueron quedando atrancadas en la fibra de nuestro cuerpo. Las tensiones físicas y las emociones sin salida, empiezan a encauzarse, espontáneamente surgen imágenes que tienen una fuerza sanadora, integradora.

Hago una distinción entre la danza somática y la danza expresiva... aunque se podría definir de distintas maneras según la persona que aborde el tema quizá desde distintas perspectivas.  La danza somática es aquella danza que surge orgánicamente desde las percepciones, especialmente desde la propiocepción.  Esta danza puede ser muy sutil, muy al interior, inclusive puede ser una la danza completamente implícita, la danza dentro de la danza, la danza de los procesos de la vida misma (el latido del corazón, el movimiento de la respiración, el flujo sanguíneo, el movimiento del canal auditivo para enfocar un sonido, pasar saliva, el pulso craneo sacral, la vibración del tejido del cuerpo como respuesta a una entonación con la voz, movimientos de sutiles flujos energéticos...) y de alguna manera no nos involucramos en ella desde nuestra identidad personal, esta danza no tiene la necesidad de comunicar nada explícitamente... es parte del contínuo de la experiencia vital casi siempre debajo del nivel consciente, la danza de la vida que es en esencia milagrosa. En contraste, la danza expresiva, transparenta la experiencia interna, es decir la hace explícita... y tiene un fin comunicativo... Por eso la practicamos conscientemente usando un modelo en el cual el espectador (testigo/witness) tiene tanta importancia en su rol como el que se expresa, en danza, voz, palabra, dibujo, es decir a través de las artes expresivas.  Lo implícito se hace explícito, se expresa hacía fuera, se moldea al gusto del artista, de la bailarina, hasta crear la expresión justa (cristalizada) y personal.

El rol del artista tanto como el del espectador es practicar la presencia... estar presente, consciente de si mismo, físicamente, emocionalmente, mentalmente (en los tres niveles), al artista para expresarse con congruencia, siendo fiel a su experiencia, y el rol del testigo es estar, igualmente consciente de si mismo para poder estar presente, receptivo y sensible (empático) en el acto de recibir.  Cuando este nivel de concentración/presencia se logra de las dos partes, suceden cosas extraordinarias, sanadoras, liberadoras, reveladoras, esenciales, en un espacio mágico, que por algunos ha sido llamado un espacio liminal, que permite que se fluyan las cosas, ya no se detienen, ya no se pierden en la costumbre reificadora de la conciencia aceptada  como común o normal, aquí el potencial genial de síntesis en el cual accedemos a potenciales en nuestro ser que por naturaleza es genial, creativo, entramos a un espacio, una dimensión de experiencia que no es del orden "cotidiano", discursivo, reduccionista que se ha tomado por "normal".  En esta dimensión del ser pueden suceder cosas extraordinarias que son parte de nuestro legado y potencial como seres humanos. Aquí entramos en la zona de la autorrealización, entramos en la materia real de realizar el potencial de nuestra psique.

—Lorena Wolfman
  





1 comentario:

  1. La danza sagrada es la expresión del cuerpo que sustituye la palabra para comunicarse directamente con el misterio. Es posible que en imaginario colectivo de las culturas se imponga la intuición de que al danzar se emite una expresión en las mismas frecuencias con que late el universo. Así se conectan los pueblos con aquello que controla el ciclo de las lluvias, los ciclos de la vida, las estaciones, las mareas, los movimientos interiores de la tierra.

    Cuando una mujer y un hombre danzan enlazan sus cuerpos con el todo, desde la más completa red del universo, con el tejido celular de todo lo vivo -la naturaleza y su multiplicidad de formas - y se enlaza con la permanente danza de lo humano. Es que, aunque los humanos no nos demos cuenta, día y noche danzamos: el pulso del corazón es el tiempo en que nos sentimos vivos y el compás de la respiración nos movemos.

    Ya sabemos desde el Darma Budista que la diferenciación es sólo una ilusión: no existemos como seres aislados: somos todos partes activas de una red de vida que interactúa a cada momento. Cada vez que nuestro corazón late, late al ritmo de la vida. Cada vez que respiramos, respiramos al compás de todo el universo indeferenciado. Es por eso que la danza brota y transcurre como va la sangre por un cuerpo o como van las aguas de los ríos siendo ríos hasta llegar y asumir la indeferenciación total en los océanos. La danza une, entonces, poniendo como antecendente su discurso celular, auténtico, verdadero: el cuerpo nunca miente como suele mentirse a través de las palabras. Por eso desde los inicios de los tiempos los pueblos supieron que si querían ser escuchados por los insondables misterios que rigen el universo, entonces tenían que danzar.

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