Esta llovizna fresca,
saliva de mi amante,
acaricia mi piel.
Sus fuertes brazos
de piedra me cobijan.
Estoy sentada en la franja rocosa
del mundo occidental
a la orilla de las aguas agitadas
de mi charco argénteo
arrebatada por el cielo.
por Lorena Lobita © 2009
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