domingo, 1 de junio de 2025

Desde el aliento del dragón


Cuando me asomo al borde

del pozo de la amnesia

tallado en el paisaje matrilineal.


Desde lo profundo

sombras y formas se mueven —

es un cocodrilo

deslizándose bajo el agua?


Colmillos relucientes inmovilizan la lengua

y la impiden nombrar,

el luto de nuestras ausencias

y las omisiones que sellamos abajo.


Cargamos con la historia de nuestra abuela

como un peso muerto,

coludimos en silencio para fingir

no saber del aire silente

que envuelve la pesadilla que soportó

en los pilares de sus piernas.


Sí, eran fuertes sus piernas

por eso aguantaron tanto,

después nos tocó

sacudir el terror de nuestros huesos,

donde lo teníamos resguardado,

nuestros oídos aún incapaces

de silenciar el eco de su campanada,

atorado en el espiral coclear

donde los éteres

tenían que danzar para nutrir el alma —

hasta que nuestra verdad no pueda cantarse,

hasta ahora.


No es un cocodrilo, sino el pulso de un dragón

despertando lo entumecido —

no dicho —

inadmisible.


Ahora recibimos la gracia

de escuchar con el corazón —


el impetuoso río de nuestra sangre

despertando lo entumecido —

no dicho —

inadmisible.


La piedra ha comenzado a desmoronarse —

las ciudadelas de la supervivencia —

construidas piedra por piedra

por lo que no se dijo,

no se escuchó,

no se liberó —


se balancean y comienzan a caer,

arrastradas por la misma gravedad

que siempre supimos estaba bajo nuestros pies —


y ahora recordamos:

en el corazón del dragón,

la única regla es el amor —


fiero, desarmado —

suave como el aliento —

que se eleva de la lengua —

el viento de primavera llamando

al brote

de las hojas verdes —

antiguo como la cadena de marfil ancestral —

indómito como la tierra —

y por fin —

nuestro para elegir.



— Lorena Wolfman (2020, traducción 2025)



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