la madre del cielo infinito
acuna su espejo de plata—
el rostro redondo de la luna
que reposa en la palma
de su mano
en una noche como esta,
contempla su mismo fulgor,
se embelesa con su propia luz
y luego escudriña
entre sus velos sin fin
y del día y de la noche—
y se da cuenta del fuego sediento
que se levanta
dentro de los corazones
de los amantes perdidos
y observa cómo en noches así
se quedan mirando
el disco lunar, redondo y radiante
ellos también se embelesan
con la luz de la madre cielo—
la luz de todos los astros
que centellea en sus ojos
ellos ven que ella los ve,
se dan cuenta que existen,
y que, en algún lugar,
alguien más sabe
que están ahí
y sus corazones se rebosan,
ensanchándose en esferas radiantes
que reflejan los astros—
espejos en la palma del cielo,
que gozan su propia luz
imperecedera
—Lorena Wolfman (2020, traducción 2025)