Me he deslizado
al ahora sin límites—
estando aquí, no en otro lugar—
por la ventana abierta veo
buganvilias color fucsia,
pared de adobe,
luz reflejada al cielo
desde el envés argénteo
de las hojas del tepozán.
Salgo de la alcoba
al resplandor que dibuja en el jardín
gruesas pencas de nopal,
el encaje verde pálido del mezquite.
Piso descalza,
los pies en la tierra,
cada paso una siembra silente—
aquí,
y aquí...
Estoy embelesada—
cautiva, hendida más allá del tiempo y el lugar.
Me he vuelto hermana
de todas las mujeres que se detienen—
y sin querer se han fundido al todo.
Así entrando en tierra de santos,
y de quienes caminan en la orilla
más allá del pensamiento,
desprendiéndose de todos los nombres
como hojas que caen al espacio.
Sostengo mi corazón
oscilando lentamente,
la tierra subiendo por la planta de los pies.
Tierra lozana que se mece,
tierra lozana que se mece—
hacia la luz oculta,
siempre presente.
Sobre el muro de adobe,
una eternidad de flores
se abre en silencio—
cada pétalo, una galaxia,
presenciada por el mismo espacio.
No había visto
tan sencillo,
tan hondo,
desde que era niña.
No hay a dónde ir.
Las capas que velaban el encuentro
han caído.
Estoy
en un lugar tan íntimo,
exquisito, preciso—
donde todo respira
más allá de todo.
Aquí.
—Lorena Wolfman (2021, 2025)
No hay comentarios:
Publicar un comentario