jueves, 18 de abril de 2019

Flor emergente








































Flor de estas tierras
emergiéndose como una pira del alma
después de cuatro ciento años cobrando fuerza
levantándose silenciosamente en hoguera
ahora.
Flor que saborea el viento
y las nubes Sierra Gordareñas.
Esta flor se nutre de aguas subterráneas,
fruto de este lugar,
florjada por sus lluvias
el vuelo y el canto del aguila
que le murmura secretos al oído.
Esta flor aún no se abre pero se ensancha
en su búsqueda para descifrar
los códigos de su propio ser,
códigos que salpican el quehacer de su vida,
que se encuentran esparcidos en los los cerros
bajo sus árboles—
los mismos conejos y ratas del monte
le han confiado todo con su vida,
ella lo intuye.
Este lugar—y su gente
sus pinturas, danzas,
forma de preparar el maíz, el chimal—
conserva sus conocimientos...
Bajo la tierra, aún yacen los tesoros
de la alquimia de la vida. Lo más precioso,
algo que los invasores no entendieron jamás...
enfurecidos, esclavizaron a la gente
para cavar por las entrañas de la tierra
y no lo encontraron, nunca.

La humedad, el aroma a tierra mojada,
el amor de la lluvia que cae
entregándose a la tierra.
El giro del sol y la luna
y las neblinas que llegan
a tumbos desde el noreste.
El saber de las bisabuelas
para cortar las tormentas
con la huapara.
¡Recuérdenlo! ¡Recordémoslo!
En ello está la vida que se renace
en cada instante
devorando su propia cola
resurgiendo de sus propias cenizas
en el ahora,
tiempo del alma.

—Lorena

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